Sin pensar, el pequeño relacionó la falta de sol con la incomunicación expresada por el árbol…- ¿ Estas enojado porque el sol no se ve ?... le insistió el niño…De pronto un bullicioso crujido sacó del sepulcral silencio al árbol…un movimiento mágico se desencadenó, balanceando el pesado tronco en una dirección circular…un suspiro gigante y un quejido añoso, como el de un anciano asustó al niño, haciéndolo retroceder con temor y curiosidad.
Al moverse dejó ver tras él un hilo de vertiente donde fluía un líquido verde, de mal olor y que cruzaba diametralmente el espacio ocupado por el árbol. El olor que emanaba del líquido era el mismo que tenía la nube tóxica que no dejaba ver el sol, al parecer era una especie de variación líquida del mismo elemento, y por lo visto altamente venenoso.
¿Es esto lo que te tiene enfermo?..le consultó con insistencia esperando alguna respuesta…escudriñó cerca de donde emanaba el líquido y pudo percatarse de que algunos trozos del árbol estaban sueltos y se desmoronaban de tan solo tocarlos…al observarlos detenidamente era posible advertir … - por aquel pequeño intruso - … que el líquido venenoso había penetrado aquellos pedazos desprendidos de él.
Otro movimiento de extrema lentitud y crujir de sollozos pétreos, alimentó nuevamente la curiosidad del niño. Sólo ése movimiento le bastó al pequeño para comprender aquella situación…efectivamente, ése líquido verde y de mal olor, equivalente al olor que enrarecía el aire, era la razón del estado de enfermedad que presentaba aquel vetusto e inocente testigo de la historia de su pequeño pueblo.
Dada su confirmación, comenzó a observar detenidamente el líquido y a fijar la vista en el hilo que venía en el surco aledaño a él, lo siguió con interés insistente, hasta comprobar que venía desde el cerro que estaba a las espaldas del pueblo. Caminó junto a él… el polvo arrastrado por el viento, turbó su andar, conspirando su viaje descubridor de aquel inexplicable evento…¿de donde provenía aquel tóxico líquido? … se preguntaba interesadamente el pequeño; El sol, escondido tras ésa nube hedionda que obscurecía el lugar, quemaba y ponía un sacrificio enorme a la obsesión que invadía al pequeño.
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