Amigos por siempre

Ya había caído la noche, cansados del día de playa con mi hijo Pablo de ocho años, tal como ayer y anteayer cuando llegué a la casa, el sueño me había vencido sin poder dedicarle un tiempo a ésas largas conversaciones postergadas por años y la distancia con mi gran amigo Sebastián…mi amigo, mi querido amigo de siempre me recibía con mi hijo, el cual disfrutaba mucho que estuviéramos de vacaciones juntos.
Sin darme cuenta, tenía unas velitas encendidas, busqué un incienso en mi cartera, incienso que siempre llevo, por mis permanentes ataques de depresión que ayudo a combatir con la profundidad de su aroma…saqué dos cervezas del refrigerador y lo esperé. Vestido con sus shorts amarillos y su polera regalona, su cara sonriente, la timidez clavada en su mirada, timidez que siempre me dio paz y tranquilidad.En ése instante lo vi, por primera vez lo ¡vi!, se veía bello, dulce, lindo…me sentí acalorada. Le ofrecí su cerveza y conversamos como antes; Conversamos y conversamos; Entre recuerdos e historias del pasado, me acarició lentamente la espalda mientras esparcía la crema para refrescar mis quemaduras provocadas por el día de playa vivido; Cerré los ojos y me sentí en casa, por un segundo me sentí en el lugar perfecto, con el hombre perfecto, con las manos perfectas…tantos años separada y esperando a ése, que destrozó mis sueños juveniles y me trató con tanto desprecio y mi bello amigo siempre estuvo ahí para mí, sin poder verlo…tan dulce.
Me dejé llevar por la situación, me volteé para entreabrir mi bata e hiciera lo mismo en mis piernas, que también habían sufrido la furia del sol; Poco a poco mi cuerpo se fue encendiendo, busqué sus ojos, miré en su alma, un parpadeo entre ideas y sueños, hizo sonar una música en mi corazón que volteó mis sentidos; acerqué mis labios a los suyos, cerré los ojos y sin abrirlos, para no despertar ni ver su cara de asombro que pudiera acabar con ése mágico momento, abrí mi bata y desfloré mi cuerpo vestido de una suave y delirante ropa interior; La que siempre usaba esperando a aquel que me hizo sufrir tanto.Desde ése tercer día y cada noche que quedaba de ésa semana, encendimos la velas y prendimos el incienso para vivir en complicidad mágica, aquella… la semana más romántica que he tenido en toda mi vida.
La última noche, fue difícil saltar el muro, pués sabía que ésa sería la última, pero igual lo logré.

- Ya no volveré hasta el próximo año - le dije-.

- En mis próximas vacaciones.
- Aquí estaré esperando, para que sonriamos juntos en ésta casa de todos.
- me respondió -
Ésa frase era la misma que decía su epitafio, en la placa de madera que su madre mandó poner, tal como lo había pedido hace tres años, unos días antes que el cáncer, se lo llevara para siempre de mi lado.