Cuando llegué donde mi tía Ernestina, me llamó la atención una bicicleta descolorida apoyada en la entrada, por alguna razón la encontré familiar pero no sabía porqué. Seguí avanzando al interior de la casa y mi mamá junto a la tía Ernestina conversaban animadamente. Voy a comprar en la condorita, gritó de costado, mi prima luisa, corriendo apurada con un bolsa de feria en la mano derecha…la condorita jajajaja…-me reí-…que lesera es la condorita?…-pregunté-…totalmente ajeno a la conversación y a la mirada de complicidad que se dieron mi tía y mamá, justo cuando hice la pregunta. Que no la reconociste cuando entraste…- me dijo la tía Ernestina-…no..-repliqué-…juntando mis labios y achatándolos hacia la pera, en señal de ignorancia absoluta. Es tu bicicleta, me dijo mi mamá, la bicicleta azul, no te acuerdas?…En ése instante se detonó una sensación de abandono indescriptible en mí, un desamparo desde el pasado aterrizaba en mis nuevos años.
Cuando entramos a la tienda de bicicletas la reconocí de inmediato, era una mini-cic, freno de torpedo, color rojo. Reluciente se empinaba como un corcel fina sangre y aún estando al final del pasillo, descollaba su talante y gruesa presencia. Me acerqué con la ilusión infantil y ensoñadora de niño, a punto de cumplir sus sueños de los últimos 12 meses, desde la navidad anterior, cuando todos en el barrio aparecieron con su bicicleta nueva, varias mini-cic y yo debí conformarme con la promesa de que en la próxima navidad, llegaría la mía.
El vendedor se acercó a mi mamá, con el ceño fruncido y desenfundando palabras de desconfianza hizo la pregunta de rigor…-¿ En que la puedo atender dama?-...de seguro su desinterés al preguntar se debía a la condición humilde que presentaba mi mamá en sus ropajes. Venimos a ver una bicicleta…- replicó-…, con voz de certeza y el brazo derecho en ristre bajo el cual llevaba su cartera de cuero color burdeo.
Nos mostró varias, pero yo tenía súper claro cuál quería, la mini-cic color rojo.Mientras la admiraba, mi mamá cerró el trato con el vendedor, después del cual se acercó a mí, donde mi cara de embobamiento no quería abandonar aquel lugar mágico y me dijo…-¿vamos?-…
Llegó dos días antes de la navidad, estaba sólo en la casa, como de costumbre… mi mamá en el trabajo y yo despertando como a las diez de la mañana, dado que las vacaciones habían comenzado unos días atrás…cuando el calor intenso del verano, desnudaba los guindos de sus rojizas vestimentas frutales que navegaban con felicidad desde el refrigerador a mi boca. Dos jóvenes de overol blanco preguntaron por mi mamá…-aquí vive-…contesté, con mi cara llena de risa…-donde dejamos la bicicleta-…respondieron…pásela para acá, indicando la pieza vacía de los cachureos.
Pese a mi felicidad, rápidamente advertí que no era la mini-cic que yo había escogido, es más tenía un color azul metálico, frenos en las manos y unas tiras de colores que colgaban de las asas plásticas que cubrían el manubrio.
Cuando llegó mi mamá, le indiqué la pieza…-¿trajeron ésta bicicleta?-… le dije… si pués…-me indicó-…es tu regalo de navidad. Ah pero yo quería una mini-cic…le insistí-… no quedaban, me afirmó con indiferencia, quedaban de éstas nomás.
Durante ése verano, miré siempre con desconfianza aquella bicicleta, en sus costados se leía claramente la marca VARGAS, y bajo el manubrio tenía la imagen de un ave que al tiempo después, deduje que debía ser un halcón. Durante todo el año, me dediqué a quitarle la imagen femenina que tenía la bicicleta, le corté las cintas de las manillas, le quité los tapabarros adelante y atrás; al final del año, los forros desgastados y los frenos cortados, dieron paso a quitarlos definitivamente de las manillas y en las ruedas le insistí a mi mamá en la navidad siguiente, que mi regalo debía ser los forros nuevos para las ruedas, que yo elegí de color amarillo , más gruesos y con ésos calugones que la hacían ver más agresiva y como un verdadero todo-terreno.
Mi bicicleta, se veía como un corcel digno de mi calidad de fanático de las dos ruedas, no hacía más que llegar de la escuela, me quitaba el uniforme y me montaba en mi bicicleta para presentarme en el ruedo de los amigos del barrio y correr toda la tarde, en interminables competencias de ruedas de fuego.
Mis amigos, siempre dudaron de la estirpe de mi bicicleta, algunos recordaban su pasado multicolor de tiras y frenos en las manillas; cuando preguntaban que modelo era mi bicicleta, yo decía con orgullo VARGAS SUPER HALCÓN, invento que nunca dejó muy conforme a mis oponentes pero que debían aceptar con pleitesía ya que aquel engendro de dos ruedas siempre los dejaba mordiendo el polvo en los duelos de corridas por las calles del barrio.
Los días se pasaban como jugo de mandarinas, con un placer intenso en cada tarde, donde pasamos de los calurosos días de verano a las frías tardes de invierno, que no amedrentaban ni por un instante los encuentros deportivos diarios que después de clases, nos sumergían en la felicidad más intensa de la infancia.
Una tarde, deambulábamos en bicicleta con la tropa de secuaces, que montados en sus corceles, no dudaban en desafiar a cualquier oponente que se cruzara en nuestra dirección, en el camino me encontré con mi primo Juan Rolando, a quién en la familia le llamaban folklóricamente el petete. El Petete, me reconoció en seguida y me dijo que si podía ir conmigo, arrugué un poco la cara pero al final le dije…-súbete atrás-…
Era una tarde de invierno, después de varios días de lluvia, las pozas de agua se sucedían una tras otra, pero para nuestros corceles, no eran impedimento para llevarnos donde quisiéramos. Al final de la calle, estaba el grupo del chico Juan, que era super chico, pero aniñado como ninguno…cuando nos vió saludó moviendo verticalmente la cabeza, con un ademán de choreza infantil.No dijo palabra pero miró a sus amigos, montaron en sus bicicletas y el desafío ya estaba dado, si los seguíamos, la carrera ya se había armado.
El Petete, me había visto correr varias veces y sabía que cada vez que llegaba primero al lugar definido como meta, llenaba el barrio con mi grito guerrero…VAAAAARGAAAAS SUUUPER HAAALCOOOON.
Seguimos al grupo del chico Juan, y las calles se sucedieron una a una… las nubes negras parecían estar como a diez metros de altura, algunas gotas habían comenzado a caer…pero ninguno de mi grupo ni del grupo del chico Juan, mostraba señal de querer abandonar el duelo. Comenzamos a pedalear cada vez más rápido, el frenesí se apoderó de nuestras piernas y brazos que se erguían con fuerza y alimentaban el compromiso de dar lo máximo para llegar primero; la meta aún no se definía, eso no importaba, lo importante era demostrar quien era el más guapo…ya se vería más adelante donde sería la recta final. Las gotas se hicieron más intensas, el pedalear era fuerte y las pozas de agua y barro a nadie amedrentaban, nuestros rostros hinchados, como guerreros medievales, frenéticos y sin temor alguno, sometían con un rodar firme las pozas de barro que pretendían mostrarse agresivas en nuestro camino…
Corrímos y corrímos hasta cansarnos, la estampida de bicicletas llegaban a su clímax…de pronto el chico Juan dijo… ¡¡¡los juegos!!!, señalando como la pequeña placita de juegos, el lugar de meta de aquella improvisada y olímpica carrera. Pedalee con más fuerza, al máximo…lo entregué todo…llevaba al chico Juan al lado, cabeza con cabeza, como en la hípica, con la cara desencajada por el esfuerzo que estaba entregando….justo al llegar a la plaza se formó una línea imaginaria en la mente de todos aquellos niños que participábamos en la corrida, empujamos…empujamos y a tres centímetros de la llegada logré advertir que llegaba primero y mi euforia se plasmó en mi grito de guerra, entregado con la mayor de las fuerzas que recuerde haber puesto en una actividad…. ¡¡¡¡¡¡¡VAAAAARGAAAAS SUUUPER HAAALCOOOOOOOOOOOOOOÓN!!!!!!!!!!!!!!!!......................................................... Grité a dos voces, la otra voz, provenía desde atrás, la cual llegaba a mis oídos, dado que en ése momento y por su cómplice arremetida, sentí que llevaba al petete en la parrilla, quien como un gran escudero había acompañado con fuerza el grito de guerra, como si hubiéramos ganado juntos alguna final mundial de carreras de bicicletas.
Miré al petete, con un gesto de impresión, me dí cuenta que se había convertido en una verdadera estatua de barro, gracias al salpicar incesante de las pozas en el camino, su expresión gélida pero con una sonrisa radiante, blanqueaban sus dientes y me miraba con orgullo por el tremendo logro deportivo que tuvimos ésa maravillosa tarde de invierno.
Con ése recuerdo en la mente, miré a la ahora burlonamente rebautizada condorita… mi bicicleta de infancia. Mi VARGAS SUPER HALCÓN, había sido regalada por mi mamá, a mi prima la luisa.
Mi bicicleta, aquella fina sangre ganadora de épicas carreras, hoy la veía abandonada con desinterés a la entrada de la casa de mi tía Ernestina, yacía mal estacionada, sin ningún respeto, descolorida y con algunos fierros retorcidos por el maltrato. Sonreí tristemente y le rendí un último homenaje, al recordar aquella tarde de invierno, donde junto al petete, fuimos campeones olímpicos de carreras de bicicletas.
Cuando entramos a la tienda de bicicletas la reconocí de inmediato, era una mini-cic, freno de torpedo, color rojo. Reluciente se empinaba como un corcel fina sangre y aún estando al final del pasillo, descollaba su talante y gruesa presencia. Me acerqué con la ilusión infantil y ensoñadora de niño, a punto de cumplir sus sueños de los últimos 12 meses, desde la navidad anterior, cuando todos en el barrio aparecieron con su bicicleta nueva, varias mini-cic y yo debí conformarme con la promesa de que en la próxima navidad, llegaría la mía.
El vendedor se acercó a mi mamá, con el ceño fruncido y desenfundando palabras de desconfianza hizo la pregunta de rigor…-¿ En que la puedo atender dama?-...de seguro su desinterés al preguntar se debía a la condición humilde que presentaba mi mamá en sus ropajes. Venimos a ver una bicicleta…- replicó-…, con voz de certeza y el brazo derecho en ristre bajo el cual llevaba su cartera de cuero color burdeo.
Nos mostró varias, pero yo tenía súper claro cuál quería, la mini-cic color rojo.Mientras la admiraba, mi mamá cerró el trato con el vendedor, después del cual se acercó a mí, donde mi cara de embobamiento no quería abandonar aquel lugar mágico y me dijo…-¿vamos?-…
Llegó dos días antes de la navidad, estaba sólo en la casa, como de costumbre… mi mamá en el trabajo y yo despertando como a las diez de la mañana, dado que las vacaciones habían comenzado unos días atrás…cuando el calor intenso del verano, desnudaba los guindos de sus rojizas vestimentas frutales que navegaban con felicidad desde el refrigerador a mi boca. Dos jóvenes de overol blanco preguntaron por mi mamá…-aquí vive-…contesté, con mi cara llena de risa…-donde dejamos la bicicleta-…respondieron…pásela para acá, indicando la pieza vacía de los cachureos.
Pese a mi felicidad, rápidamente advertí que no era la mini-cic que yo había escogido, es más tenía un color azul metálico, frenos en las manos y unas tiras de colores que colgaban de las asas plásticas que cubrían el manubrio.
Cuando llegó mi mamá, le indiqué la pieza…-¿trajeron ésta bicicleta?-… le dije… si pués…-me indicó-…es tu regalo de navidad. Ah pero yo quería una mini-cic…le insistí-… no quedaban, me afirmó con indiferencia, quedaban de éstas nomás.
Durante ése verano, miré siempre con desconfianza aquella bicicleta, en sus costados se leía claramente la marca VARGAS, y bajo el manubrio tenía la imagen de un ave que al tiempo después, deduje que debía ser un halcón. Durante todo el año, me dediqué a quitarle la imagen femenina que tenía la bicicleta, le corté las cintas de las manillas, le quité los tapabarros adelante y atrás; al final del año, los forros desgastados y los frenos cortados, dieron paso a quitarlos definitivamente de las manillas y en las ruedas le insistí a mi mamá en la navidad siguiente, que mi regalo debía ser los forros nuevos para las ruedas, que yo elegí de color amarillo , más gruesos y con ésos calugones que la hacían ver más agresiva y como un verdadero todo-terreno.
Mi bicicleta, se veía como un corcel digno de mi calidad de fanático de las dos ruedas, no hacía más que llegar de la escuela, me quitaba el uniforme y me montaba en mi bicicleta para presentarme en el ruedo de los amigos del barrio y correr toda la tarde, en interminables competencias de ruedas de fuego.
Mis amigos, siempre dudaron de la estirpe de mi bicicleta, algunos recordaban su pasado multicolor de tiras y frenos en las manillas; cuando preguntaban que modelo era mi bicicleta, yo decía con orgullo VARGAS SUPER HALCÓN, invento que nunca dejó muy conforme a mis oponentes pero que debían aceptar con pleitesía ya que aquel engendro de dos ruedas siempre los dejaba mordiendo el polvo en los duelos de corridas por las calles del barrio.
Los días se pasaban como jugo de mandarinas, con un placer intenso en cada tarde, donde pasamos de los calurosos días de verano a las frías tardes de invierno, que no amedrentaban ni por un instante los encuentros deportivos diarios que después de clases, nos sumergían en la felicidad más intensa de la infancia.
Una tarde, deambulábamos en bicicleta con la tropa de secuaces, que montados en sus corceles, no dudaban en desafiar a cualquier oponente que se cruzara en nuestra dirección, en el camino me encontré con mi primo Juan Rolando, a quién en la familia le llamaban folklóricamente el petete. El Petete, me reconoció en seguida y me dijo que si podía ir conmigo, arrugué un poco la cara pero al final le dije…-súbete atrás-…
Era una tarde de invierno, después de varios días de lluvia, las pozas de agua se sucedían una tras otra, pero para nuestros corceles, no eran impedimento para llevarnos donde quisiéramos. Al final de la calle, estaba el grupo del chico Juan, que era super chico, pero aniñado como ninguno…cuando nos vió saludó moviendo verticalmente la cabeza, con un ademán de choreza infantil.No dijo palabra pero miró a sus amigos, montaron en sus bicicletas y el desafío ya estaba dado, si los seguíamos, la carrera ya se había armado.
El Petete, me había visto correr varias veces y sabía que cada vez que llegaba primero al lugar definido como meta, llenaba el barrio con mi grito guerrero…VAAAAARGAAAAS SUUUPER HAAALCOOOON.
Seguimos al grupo del chico Juan, y las calles se sucedieron una a una… las nubes negras parecían estar como a diez metros de altura, algunas gotas habían comenzado a caer…pero ninguno de mi grupo ni del grupo del chico Juan, mostraba señal de querer abandonar el duelo. Comenzamos a pedalear cada vez más rápido, el frenesí se apoderó de nuestras piernas y brazos que se erguían con fuerza y alimentaban el compromiso de dar lo máximo para llegar primero; la meta aún no se definía, eso no importaba, lo importante era demostrar quien era el más guapo…ya se vería más adelante donde sería la recta final. Las gotas se hicieron más intensas, el pedalear era fuerte y las pozas de agua y barro a nadie amedrentaban, nuestros rostros hinchados, como guerreros medievales, frenéticos y sin temor alguno, sometían con un rodar firme las pozas de barro que pretendían mostrarse agresivas en nuestro camino…
Corrímos y corrímos hasta cansarnos, la estampida de bicicletas llegaban a su clímax…de pronto el chico Juan dijo… ¡¡¡los juegos!!!, señalando como la pequeña placita de juegos, el lugar de meta de aquella improvisada y olímpica carrera. Pedalee con más fuerza, al máximo…lo entregué todo…llevaba al chico Juan al lado, cabeza con cabeza, como en la hípica, con la cara desencajada por el esfuerzo que estaba entregando….justo al llegar a la plaza se formó una línea imaginaria en la mente de todos aquellos niños que participábamos en la corrida, empujamos…empujamos y a tres centímetros de la llegada logré advertir que llegaba primero y mi euforia se plasmó en mi grito de guerra, entregado con la mayor de las fuerzas que recuerde haber puesto en una actividad…. ¡¡¡¡¡¡¡VAAAAARGAAAAS SUUUPER HAAALCOOOOOOOOOOOOOOÓN!!!!!!!!!!!!!!!!......................................................... Grité a dos voces, la otra voz, provenía desde atrás, la cual llegaba a mis oídos, dado que en ése momento y por su cómplice arremetida, sentí que llevaba al petete en la parrilla, quien como un gran escudero había acompañado con fuerza el grito de guerra, como si hubiéramos ganado juntos alguna final mundial de carreras de bicicletas.
Miré al petete, con un gesto de impresión, me dí cuenta que se había convertido en una verdadera estatua de barro, gracias al salpicar incesante de las pozas en el camino, su expresión gélida pero con una sonrisa radiante, blanqueaban sus dientes y me miraba con orgullo por el tremendo logro deportivo que tuvimos ésa maravillosa tarde de invierno.
Con ése recuerdo en la mente, miré a la ahora burlonamente rebautizada condorita… mi bicicleta de infancia. Mi VARGAS SUPER HALCÓN, había sido regalada por mi mamá, a mi prima la luisa.
Mi bicicleta, aquella fina sangre ganadora de épicas carreras, hoy la veía abandonada con desinterés a la entrada de la casa de mi tía Ernestina, yacía mal estacionada, sin ningún respeto, descolorida y con algunos fierros retorcidos por el maltrato. Sonreí tristemente y le rendí un último homenaje, al recordar aquella tarde de invierno, donde junto al petete, fuimos campeones olímpicos de carreras de bicicletas.
6 comentarios:
Sencillamente bello, hermoso, entrañable...
Gracias por el viaje al olvido...
Besotes
Marce
Notable... me sentí transportado a esas épocas en que parecíamos inmortales... los juegos, la imaginación, las complicidades, las competencias... en fin...
Saludos
¡Hola!
Llegué acá mediante el blog de Pablo (El Alcaraván), así que paso a dejarte mis saluditos.
Me gusta mucho tu blog.
Espero que sigas adelante con él y que te dés una vueltita por el mío cuando quieras.
Saludos.
Natus.
¡Gracias por tu comentario, Eric!
Bueno, no sólo llegué acá por andar chusmeando el blog del Alcaraván, sino que también me gustó mucho lo que leí en este lugar; aparte que hacer nuevos amigos siempre es muy bueno. Uno puede enriquecerse mucho haciendo nuevos amigos, ¿no?
Bueno, espero que te sigas pasando por mi lugarcito, yo lo seguiré haciendo en el tuyo.
Acá estamos para lo que haga falta,
Natus.
¡Ey!
Leí tu comentario en el otro blog y te respondo.
Voy a la iglesia cristiana evangélica Jesucristo Rey
http://www.jesucristorey.org
¡Saludos!
Ah, me encantó el texto que le cediste a Marce Mercado.
Gracias por "prestarle" tu bello texto a la Marce, precioso! Gracias por pasar...
Lindos recuerdos pueden traer una bici, aunque no la mires a menos a la Condorita... yo gane muchas carreras con mi bici siendo pequenia (y la mia no era una Vargas Super Halcon...mas bien una condorita)...
saludos...
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